Gamal, Texto

 

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Estaba plaza Talaat Harb a las 6 de la mañana en la ciudad de El Cairo esperando un taxista con el que había acordado el día anterior, pero, no apareció, encendí un cigarro mientras sopesaba que hacer cuando de repente un taxi se paró frente a mi, vuelta a empezar, pensé, negociar, regatear el precio, etc, etc, me incliné para preguntarle pero, cuando vi su cara, desistí inmediatamente de mis intenciones, tenía una barba larga cortada al modo islamista, la cabeza rapada y el clásico batín blanco, para mi era como un cartel andante del FBI con los miembros mas buscados de AlQaeda, me interpeló, ¿taxi?, no no thank you, le dije, solo estoy fumando, gracias, arrancó lentamente mientras se alejaba y me miraba de reojo y justo antes de doblar la primera esquina me volvió a mirar en la certeza de que yo si estaba esperando un taxi, dio otra vuelta a la rotonda y se dirigió de nuevo hacia mi, ¿taxi?, me volvió a preguntar, me lo pensé de nuevo y esta vez si le pregunté precio por visitar varios lugares en las afueras de El Cairo, me sorprendió que me dijera una cantidad razonable que anulaba el regateo y me subí en la parte de atrás con mucho recelo.

Gamal, así se llamaba / llama el taxista, se mostró simpático y servicial y, a pesar de no hablar inglés, manteníamos una comunicación básica entendible, se ponía las manos a la altura del ojo imitando mi cámara mientras me espetaba ¿chiqui?, ¿chiqui?, si Gamal, chiqui, chiqui, ese era su modo de indicarme algo interesante que fotografiar, chiqui, chiqui pretendía imitar el sonido del obturador de la cámara, se reía y su dentadura mellada quedaba al descubierto, estuvimos juntos los siguientes 5 días en mi recorrido por El Cairo, con el pude ver esa ciudad desde otra perspectiva, mas profunda quizás. Pude acompañarle a la mezquita durante la oración del Viernes, comíamos juntos y a veces incluso pagaba el, le pedí que me llevara a su casa para fotografiarle con su familia aunque me fue imposible convencerle para que me presentara a su mujer, ni siquiera totalmente tapada por el hiyab y con la cara cubierta, solo sus hijos: Mohammed, Mustafa y Miriam, solía girar las palmas de las manos hacia el cielo mientras decía: Ala, Ala, en lo que yo entendía que esa era una prohibición islámica para un Cristiano / infiel como yo. Esos días acompañado por Gamal en la ciudad de El Cairo es el foto-reportaje que presento aquí.

No comparto prácticamente nada, ni con el modo de vida ni con la visión del mundo que tiene Gamal y, por extensión, el Islam, pero Gamal tampoco era un terrorista, sin duda, esa idea partía de mis propios prejuicios. Con Gamal descubrí que incluso en las mas radicales diferencias siempre permanecen momentos que se pueden compartir con el resto de la humanidad, sean cuales sean sus creencias o raza. Cuando nos despedimos nos abrazamos y besamos a las puertas del aeropuerto, me bendijo y yo le bendije a el, con mis bolsas en la mano y antes de entrar por las puertas giratorias eché un último vistazo y le vi alejarse en su taxi blanco y negro alquilado de vuelta a la caótica ciudad del El Cairo y supe, en ese momento, que dejaba atrás a un amigo, mi amigo Gamal Salem Ibrahim el islamista.

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